domingo, agosto 22, 2010

El Elegido (tercera parte)

Con el primer parpadeo la pantalla desapareció en el espacio.
Y por cierto que Günther hizo lo que tenía que hacer. Con la mayor alegría pagó todas sus deudas esa mañana. Al terminar con el último pago era un hombre casi feliz. El "casi" estaba determinado por dos pensamientos que le roían el cerebro. No era posible ese contacto del "tercer tipo", debía estar loco. Y en segundo lugar... ¿Cómo explicar el dinero que acababa de utilizar para pagar sus deudas?. Más aún... ¡era robado! ¿Sería él un ladrón sonámbulo? No podía aceptar lo que recordaba de la noche anterior.
Pero la pantalla apareció de nuevo:
DIRÍGETE A LA CASA CENTRAL DEL BANCO DE CHILE Y PIDE HABLAR CON EL GERENTE GENERAL. SÓLO DILE TU NOMBRE. ÉL SABRÁ LO QUE TIENE QUE HACER.
Por supuesto, siguió las instrucciones al pie de la letra. Al solicitar en el Banco hablar con la persona que le indicara Solcyn, un funcionario solícito lo dejó en una elegante oficina, en el piso superior. A su encuentro salió un hombre que traslucía muy claramente su calidad de banquero. La amabilidad del trato aumentó notablemente. Cuando le dijo su nombre, de inmediato comenzó a hablar:
- "Lo esperaba, Sr. Köppen. Tengo en mi poder su envío. Quisiera que lo revisáramos para que Ud. tome alguna decisión según sea su gusto".
Y luego de decir estas palabras ordenó a un empleado traer una caja. Al abrirla, un destello, casi un relámpago de luz los iluminó. Sobre el fondo de terciopelo negro relucían un gran número de lo que hasta el más ignorante de los hombres llamaría gemas maravillosas. Eran diamantes tallados finamente de un tamaño que hacían casi retener la respiración. El banquero, sin dejar de admirar las joyas, le dijo suavemente, como un banquero le habla a quién tiene una inmensa fortuna:
-"El señor dirá cual es su decisión".
Parecía que le estuviera hablando al Señor que está en los cielos. Günther lo miró con una mirada anodina, casi estúpida. Es que estaba anonadado por la sorpresa. Y la pantalla apareció frente a él, sin que el banquero hiciera el menor gesto de verla.
Su rostro era tan amable como podía estarlo y parecía dispuesto a esperar su decisión por una eternidad.
Leyó en la pantalla:
LOS VENDES AL BANCO AL PRECIO QUE EL BANCO QUIERA DARTE. LE ADVIERTES QUE ES UN GRAN NEGOCIO PARA EL BANCO PERO QUE SIMPATIZAS CON ELLOS. PEDIRÁS QUE TE ABRAN UNA CUENTA EN PESOS, POR EL 10% DEL TOTAL Y EL RESTO EN DOS CUENTAS IGUALES, UNA EN DOLARES Y OTRA EN EUROS.
Así lo hizo. el banquero dió las ordenes pertinentes y le ofreció un café, que fue servido en una bandeja de plata por un mozo elegantemente ataviado. Las tazas eran de porcelana y algunas galletitas le despertaron el apetito. Se sirvió con tranquilidad. Estaba comenzando a aceptar la situación. Todos los trámites fueron agilizados por el alto personero del banco, que con mucho tacto le insinuó si pensaba dedicarse a realizar algún negocio con sus bienes.
Günther esperó un momento para contestar, creyendo que iba a aparecer un mensaje de Solcyn, pero nada pasó. Así que contesto por sí mismo:
- "No. Por el momento no lo he pensado".
Finalmente llegó el instante de la despedida. Le dieron sus documentos y se despidió. (CONTINUARÁ).

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